En el silencio de la noche profunda y en la quieta y apacible mañana, cuando el sol está tocando las colinas, hay un gran misterio. Está ahí, en todas las cosas vivientes. Si uno se sienta tranquilo bajo un árbol, percibirá la antigua tierra con su misterio incomprensible. En una noche silenciosa, cuando las estrellas lucen claras y cercanas, uno puede advertir el espacio en expansión y el misterioso orden de todas las cosas, lo inmensurable y la nada, el movimiento de las oscuras colinas y el ulular de un búho. En ese silencio absoluto de la mente, este misterio se expande sin tiempo ni espacio. Hay misterio en aquellos antiguos templos construidos con cuidado infinito, con una atención que es amor. Las pequeñas mezquitas y las grandes catedrales pierden este misterio intangible porque hay fanatismo, dogma y pompas marciales. El mito que está oculto en las profundas capas de la mente no es misterioso; es romántico, tradicional y condicionado. En los rincones secretos de la mente, la verdad ha sido desalojada por los símbolos, las palabras y las imágenes; en todas estas cosas no hay misterio alguno, son las agitaciones del pensamiento. En el conocimiento y su actividad, hay admiración, aprecio y gozo. Pero el misterio es absolutamente otra cosa. No es una experiencia que pueda reconocerse, guardarse y recordarse. La experiencia es la muerte de ese misterio incomunicable; para comunicarnos necesitamos una palabra, un gesto, una mirada, pero para estar en comunicación con aquello, la mente, la totalidad del propio ser debe hallarse al mismo nivel, al mismo tiempo y a la misma intensidad que aquello que llamamos misterioso. Esto es amor. Con esto se abre el misterio total del universo.
Esta mañana no había una nube en el cielo, el sol estaba en el valle y todas las cosas se regocijaban, excepto el hombre. Él miraba esta tierra maravillosa y continuaba con su trabajo, sus penas y sus pasajeros placeres. No tenía tiempo para ver; se hallaba demasiado ocupado con sus problemas, sus agonías, su violencia. El no ve ese árbol y, por ende, no puede ver su propio tormento. Cuando se ve obligado a mirar, hace pedazos lo que ve y llama a eso análisis; escapa de ello o directamente no quiere ver. En el arte de ver radica el milagro de la transformación, la transformación de ‘lo que es’. Lo que ‘debería ser’ jamás existe. El inmenso misterio está en el acto de ver. Esto requiere interés, atención, que es amor.
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Jiddu Krishnamurti y El Diario de Krishnamurti.
Un diálogo con la muerte
El día 1° de mayo, K vino con Mary a Brockwood directamente después de la conferencia en Nueva York. El Krishnamurti's Notebook (Diario I) se publicó durante ese mes. K debe haberle echado al menos una ojeada, porque decidió que le gustaría hacerle él mismo la crítica «por diversión». Parte de su crítica se transcribe a continuación:
"... El Krisbnamurti's Notebook me parece que va más allá de los Upanishads y el Vedanta. Cuando él habla del conocimiento y del cese del mismo, ello es en esencia Vedanta, que literalmente quiere decir «terminación del conocimiento». Pero los vedantistas y Sus seguidores en diferentes partes del mundo, están de hecho manteniendo la estructura del conocimiento, tal vez pensando que en el conocimiento está la salvación, como lo creen la mayoría de los científicos.
La tradición tiene un dominio tan fuerte sobre la mente, que pocos parecen escapar a sus tentáculos, y yo pienso que aquí es donde comienza Krishnamurti. Él afirma constantemente que la libertad es el primer y último paso. Los tradicionalistas sostienen que se necesita una mente disciplinada en grado sumo para que haya libertad; primero ha de ser uno un esclavo, y después será libre. Lo que parece más importante para Krishnamurti y esto lo ha repetido en todas sus pláticas y diálogos es que tiene que haber libertad para observar, no alguna libertad ideológica sino libertad con respecto al conocimiento mismo y a la experiencia que hemos adquirido en el pasado. Esto genera un problema tremendo. Si no existe el conocimiento de muchos ayeres, ¿qué es, entonces, lo que tiene capacidad de observar? Si el conocimiento no es la raíz de la observación, ¿qué hay en uno que pueda observar? ¿Pueden olvidarse totalmente los muchos ayeres, acción que es la esencia de la libertad? Él sostiene que eso es posible. Lo es cuando el pasado termina en el presente, enfrentándose a él de manera completa, frontal. El pasado, como él afirma, es el ego, la estructura del «yo» que impide la observación total.
Una persona corriente que lea este libro, exclamará inevitablemente: ¿De qué está usted hablando? Es para esa persona que Krishnamurti explica muy cuidadosamente y de múltiples maneras, las dos memorias: la necesaria y la psicológica. El conocimiento es indispensable para funcionar en cualquier campo de nuestra vida cotidiana, pero el recuerdo psicológico de nuestros agravios, ansiedades, penas y sufrimientos es el factor de división y, en consecuencia, de conflicto entre el conocimiento esencial que se requiere para manejar un automóvil, y la experiencia del conocimiento que constituye el movimiento total de la psiquis. Él señala este factor en la relación, en nuestros fragmentados modos de vida. He leído muy detenidamente este libro. Estoy familiarizado con los Upanishads y he ahondado profundamente en las enseñanzas del Buda. También conozco bastante los estudios psicológicos modernos. Hasta donde he llegado en mis estudios, no he encontrado la frase: «El observador es lo observado», en su significado total. Tal vez algún antiguo pensador pueda haberla dicho, pero una de las cosas más importantes que Krishnamurti ha descubierto es esta gran verdad, que cuando realmente ocurre, como me ha sucedido personalmente en ocasiones, literalmente expulsa el movimiento del tiempo. Permítaseme agregar que no soy un seguidor de Krishnamurti ni lo acepto como mi gurú. Para él la idea de convertirse en un gurú es una abominación. Al examinar críticamente este libro, lo encuentro absorbente porque aniquila todo cuanto ha creado el pensamiento. Cuando uno se da cuenta de esto, es algo que conmueve. Es una verdadera conmoción física.
¿Puede un ser humano vivir en este estado de nada absoluta, excepto en lo que concierne a su trabajo y al pan de cada día en total vacío de la conciencia tal como la conocemos ? Como Krishnamurti lo señala una y otra vez, la conciencia es el movimiento de todo el pensar. El pensamiento es materia, es mensurable, y el pensamiento es tiempo, lo cual significa que, psicológicamente, el mañana no existe. Eso implica la negación de la esperanza. Es éste un hecho psicológico devastador, y nuestra mente de todos los días no sólo se siente conmovida hasta sus cimientos por esta afirmación, sino que se negará probablemente a examinarla con detenimiento. Ello significa la muerte ahora. De esta muerte surge una cualidad por completo diferente de energía, que pertenece a una dimensión diferente, y que es inagotable e infinita. Él dice que ésta es la máxima bendición.
Yo puedo percibir a través de todas las páginas de este libro, un sentimiento de amor extraordinario, que los tibetanos podrían llamar el amor o la compasión del Bodhisattva, pero cuando uno da a eso un nombre o un símbolo ideológico, pierde el perfume. Este libro ha afectado extrañamente mi vida...
Es curioso también cómo Krishnamurti aborda la meditación. La meditación, de acuerdo con él, nunca puede ser algo consciente, y uno puede ver la razón de ello. Si uno medita intencionalmente, con un propósito deliberado, la conciencia continúa entonces con todo su contenido..."39.
39 _ Junio 20 de 1976.
KRISHNAMURTI
Los años de plenitud
MARY LUTYENS
Impreso por Romanyà/Valls
Verdaguer, l. Capellades (Barcelona)
http://seaunaluzparaustedmismo.blogspot.com/search/label/Jiddu%20Krishnamurti%20y%20El%20Diario%20de%20Krishnamurti.
Que tal... un consejo y un comentario:
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2) hay partes de los Diarios de K que brillan como el sol, y otros, como supernovas.
Gracias
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